Ciudad de contrastes, de diversidad cultural. Ciudad de colores, de atardeceres idílicos. Durante mi viaje a Marrakech, mi primera vez en suelo marroquí, lo tenía claro: quería disfrutar de la esencia del lugar, conocer su gente, su forma de vida.

Y para mí no hay mejor manera que hacerlo que pateando cada uno de sus rincones y dejándome involucrar en su cultura y, en cierta medida, en su día a día.

Antes de ir a Marrakech, había hecho una lista de todos los lugares que tenía que conocer y lo que tenía que ver, así como dónde comer, dónde comprar… como hacemos la mayoría de los viajeros, vaya.

Pero la verdad es que una vez allí, no miré esa lista ni una sola vez. Opté por disfrutar de esta ciudad de otra manera, desde otra perspectiva, que no fuera esencialmente turística, visitando sus museos y lugares típicos.

Además, quien bien me conoce, sabe que no soy una persona de muchos museos, me gusta ir a los esenciales y pagar por los que creo que realmente valen la pena.

Así que este post no va de los sitios, monumentos, plazas… que tenéis que ver. Eso lo podéis encontrar en cualquier blog. En este post os quiero animar a que, de vez en cuando y siempre que podáis, os dejéis guiar por vuestro propio instinto y descubráis así vuestros propios rincones en las ciudades, que huyáis de lo convencional, de lo que todos hacen. Y Marrakech es la ciudad perfecta para hacerlo.

No digo que no visitéis museos, sino que no siempre hay que ver y hacer lo que hace todo el mundo. Esta es, para mí, la mejor forma de conocer una ciudad.

En Marrakech no visité museos (aparte del Palacio de la Bahía), ni jardines, ni me monté en camello, ni fui a las cascadas (aunque esto último me hubiese gustado aunque no tuve tiempo). Y aun así volví con la sensación de haberla conocido lo suficientemente bien como para decir qué ver y qué hacer en ella.

Sentaros en una de sus miles de azoteas y tomaros un té o comeros alguno de sus platos típicos, mientras disfrutáis del anochecer. Dejad que la brisa golpee vuestra cara y os transmita esa sensación de paz que, en este caos de ciudad, os vendrá muy pero que muy bien.

Meteros de lleno en su cultura, hablad con su gente, callejead (olvidaros de los taxis, por favor), perderos por sus zocos, por sus tiendas. Sentid el olor de sus especias, observad sus colores, tocad texturas, descubrid rincones nuevos…

Marrakech es esto y mucho más, y la mejor forma de descubrirlo es dejándoos llevar por lo que os vayáis encontrando por el camino durante vuestra visita, o así es como lo viví yo y os aseguro que no os arrepentiréis 🙂 (Aunque también es cierto que depende de los días que vayáis, tendréis más o menos tiempo para visitar lo que queráis).

¿Conocéis alguna ciudad en la que disfrutasteis más recorriendo sus calles que visitando museos, iglesias…? ¡Contadme!

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